Las embarcaciones españolas fueron atacadas durante un período de doscientos años.
Por piratas ingleses, holandeses y franceses.
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Afiche de busqueda de actores para protagonizar a los piratas en la película "Las Amazonas" de Jhonny Antelo Films. |
La piratería reclutaba sus adeptos
en toda Europa en el siglo XVI. En América, la noticia de milenarios
tesoros indígenas y la explotación de las minas de plata alimentaron esta
codicia con avidez.
Británicos, franceses, y holandeses fueron los más
numerosos, aunque hubo piratas de todos los rincones del planeta. Los enormes
espacios alrededor del Nuevo Continente, casi imposibles de defender, la
ocupación de ensenadas donde resguardarse en el Caribe, en el Atlántico Sur y
en el Pacífico, en lugares a veces desolados y difíciles de proteger.
Los vientos determinaron las
rutas, y las rutas impusieron los puertos, según los proveía la naturaleza. Se
supo entonces que navegando hacia el oeste desde la islas Canarias se entraba
al Caribe por el arco de Ulises de las Antillas Menores y que la puerta franca
de regreso a España, por lo menos desde la tercera década del siglo XVI, atravesaba
el canal de las Bahamas.
La confrontación hispano-francesa
durante el segundo cuarto del siglo XVI, que se prolonga hasta la paz de
Cateau-Cambresis en 1559, da a luz la primera gran onda de piratería en
América.
Francia en un estado de guerra desde
1521 y en la necesidad de debilitar a Carlos I de España y V de Alemania, quien
recogía de América una porción de los recursos que financiaban sus aventuras
europeas, Francisco I de Francia, su rival, armó en corso o estimuló a quien se
interesase en quebrantar el monopolio español de las Indias.
Francia fue la primera que
irrumpió en la piratería en América, atraída por el oro americano y
aprovechando el estado de guerra casi permanente entre su nación y España.
Se estima en 200 el número de
embarcaciones apresadas por los piratas franceses y sus compinches entre 1521 y
1559, número modesto, sin embargo, si se considera que más de 4.000 navíos
cruzaron el Atlántico durante ese mismo período.
Los corsarios disfrutaban de lo
que se llama patente de corso, es decir, «licencia para robar y saquear» con la
autorización explícita del rey u otro gobernante. Esta patente era privilegio
de Inglaterra y Francia, que tenían a sus corsarios institucionalizados y cuya
actividad se convierte en lícita en tiempos de guerra.
A los franceses le siguieron los
protestantes, los hugonotes y los calvinistas también enfrentados con España que
liderizaba la Contrareforma y con esto pronto holandeses y británicos se sumaban
a los franceses en el asalto pirata a las naos españolas.
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